La meditación siempre ha sido para mí ese espacio íntimo donde vuelvo a conectarme con lo que realmente soy. Es como una pausa en medio del caos, un lugar donde todo el ruido externo se apaga y finalmente puedo escucharme. A lo largo de los años, he aprendido que en esa quietud es donde se encuentra la verdadera calma, la sabiduría interna y ese poder que todos llevamos dentro, aunque a veces lo olvidemos. Al incorporar la meditación en mi vida diaria, me he dado cuenta de que es mucho más que solo un momento de relajación: es el puente que me conecta con mi intuición, con esa parte de mí que no se ve afectada por las dudas, el estrés o las emociones pasajeras. En ese espacio es donde te das cuenta de que no eres tus pensamientos, que el ciclo de auto-duda, el síndrome del impostor o el ruido de la mente no te definen. Cada día, cuando medito, me libero de lo que no soy: los pensamientos negativos, las emociones que no me sirven, los miedos que me limitan. Y cada vez que termino, siento como si volviera a mi centro, como si hubiera desconectado de lo que no es real y vuelto a lo que sí lo es. Es un proceso de desidentificación, de soltar todo lo que me mantiene estancada para abrirme a nuevas posibilidades. Meditar me permite ver el mundo con más claridad, tomar decisiones desde un lugar de certeza y actuar con la confianza de saber que mi verdadera esencia siempre está ahí, lista para guiarme. Es un recordatorio constante de que la calma, el poder y la sabiduría ya están dentro de mí… solo necesito escucharlo Irina Mendez